martes, 15 de mayo de 2012


Libros escritos de arena
Los libros fragmentarios, los libros a rachas, los nacidos por acumulación o por casualidad, o por selección caprichosa, o por recopilación póstuma, o reconstrucción conjetural, los libros de retales, los libros almanaque, los libros cajón de sastre o baúl o de viejo, los libros aluviales, los libros como aquel libro de arena imaginado por Borges que no se pueden abrir nunca dos veces por la misma página, los libros residuales, los libros de relleno y recorte, Último Round, La vuelta al día en ochenta mundos, las Prosas apátridas de Julio Ramón Ribeyro, el Juan de Mairena, cualquier antología de aforismos y apuntes de Juan Ramón Jiménez, La tumba sin sosiego de Cyril Conolly, las colecciones de artículos breves de Pla, de Camba, de Álvaro Cunqueiro, cualquiera de los libros proféticos o sapienciales de la Biblia, el Tao Te Ching, el Dhammapada, los Pensamientos de Pascal, las máximas de La Rochefoucauld, El viajero y su sombra de Nietzsche, las Elegias de Duino de Rainer María Rilke, o cualquier buen libro de poemas.
Libros y palabras que no tienen principio y no tienen fin o tienen principio y fin en cada página, que son distintos según por dónde se abran, que siempre han de ser abiertos de golpe y por azar, flexibles como acordeones o como libros de postales, libros plegables, despegables, de bolsillo, de mochila, de hueco de la mano, de mesa de noche, de insomnio: página 29, Por sí acaso Poesía de Wislawa Szymborska, encontrado en este mismo momento, cuando en realidad buscaba otro:
Pudo haber ocurrido.
Tenía que ocurrir.
Ocurrió ayer. Después. Más cerca, más lejos,
no te ha ocurrido a ti.

Te salvaste por ser el primero.
Te salvaste por ser el último.
Porque solo, porque la gente, porque a la derecha,
porque a la izquierda

Porque llovía, porque hacía sombra.
Porque era un día soleado.

Por suerte estaba el bosque.
Por suerte no había árboles.
Por suerte una vía, un gancho, un polín, un freno,
un marco, una curva, un milímetro, un segundo.
Por suerte la navaja flotaba en el agua.

Por lo tanto, porque, a pesar de.
Lo que hubiera ocurrido si fuera la mano, el pie,
un paso más, o por un pelo,
más la suerte que las circunstancias.

¿Existes, pues? Desde un instante entreabierto,
te pusieron la red de un solo hueco
y te salvaste por él.

No lo puedo creer, ni lo puedo callar,
Escúchame:
que rápido palpita en mí tu corazón.