Libros escritos de arena
Los libros fragmentarios, los libros a rachas, los nacidos por acumulación o por
casualidad, o por selección caprichosa, o por recopilación póstuma, o
reconstrucción conjetural, los libros de retales, los libros almanaque, los
libros cajón de sastre o baúl o de viejo, los libros aluviales, los libros como
aquel libro de arena imaginado por Borges que no se pueden abrir nunca dos
veces por la misma página, los libros residuales, los libros de relleno y
recorte, Último Round, La vuelta al día en ochenta mundos, las Prosas
apátridas de Julio Ramón Ribeyro, el Juan de Mairena, cualquier
antología de aforismos y apuntes de Juan Ramón Jiménez, La tumba sin sosiego
de Cyril Conolly, las colecciones de artículos breves de Pla, de Camba, de
Álvaro Cunqueiro, cualquiera de los libros proféticos o sapienciales de la
Biblia, el Tao Te Ching, el Dhammapada, los Pensamientos de
Pascal, las máximas de La Rochefoucauld, El viajero y su sombra de
Nietzsche, las Elegias de Duino de Rainer María Rilke, o cualquier buen
libro de poemas.
Libros y
palabras que no tienen principio y no tienen fin o
tienen principio y fin en cada página, que son distintos según por dónde se
abran, que siempre han de ser abiertos de golpe y por azar, flexibles como
acordeones o como libros de postales, libros plegables, despegables, de
bolsillo, de mochila, de hueco de la mano, de mesa de noche, de insomnio: página
29, Por sí acaso Poesía de
Wislawa Szymborska, encontrado en este mismo momento, cuando en
realidad buscaba otro:
Pudo haber ocurrido.
Tenía que ocurrir.
Ocurrió ayer. Después. Más cerca, más
lejos,
no te ha ocurrido a ti.
Te salvaste por ser el primero.
Te salvaste por ser el último.
Porque solo, porque la gente,
porque a la derecha,
porque a la izquierda
Porque llovía, porque hacía sombra.
Porque era un día soleado.
Por suerte estaba el bosque.
Por suerte no había árboles.
Por suerte una vía, un gancho, un
polín, un freno,
un marco, una curva, un milímetro,
un segundo.
Por suerte la navaja flotaba en el
agua.
Por lo tanto, porque, a pesar de.
Lo que hubiera ocurrido si fuera la
mano, el pie,
un paso más, o por un pelo,
más la suerte que las
circunstancias.
¿Existes, pues? Desde un instante
entreabierto,
te pusieron la red de un solo hueco
y te salvaste por él.
No lo puedo creer, ni lo puedo
callar,
Escúchame:
que rápido palpita en mí tu
corazón.